HACE UN AÑO

abril 1, 2020 at 6:00 am (Cronicas, Musica, Reflexiones, Uncategorized) (, , , , , )

Por Rafael González Villegas 

Sr. González

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Hace un año.

No ha habido un día en que no ocupe un espacio en mis pensamientos. Ya sea en algún recuerdo solitario, en alguna anécdota de sobremesa o en situaciones cotidianas en donde simplemente ya no está, falta. Hoy, el mundo vive los estragos de una pandemia que nos mantiene encerrados, pensando, revisando y recordando. Hace un año me encontraba en Tijuana, Baja California Norte, sin posibilidad de buscarlo y hablar con él en el momento de su crisis. Armando no convivía con sus hermanos, solo con su mamá, nunca hacía referencia a ellos. Su papá falleció hace algunos años. Su familia de facto éramos los botellos junto con Paola Hernández, nuestra representante. Dos de nosotros estábamos en ambos extremos del país en ese momento crucial.

Él me llamaba “Diabluras”, derivación de “El Diablo”, un apodo heredado de otras épocas. Yo le decía “Armándarus”, como uno de sus personajes cuando trabajó como guionista y actor del famoso Güiri Güiri. Otros lo recuerdan de muy diversas maneras, ya que se involucró con muchas personas en diferentes áreas del quehacer musical, literario y de la vida en general. Algunos lo idealizaron, como suele suceder con quien sube a un escenario. Muchos siguen llorando al artista. Yo en lo personal, lo recuerdo como ese amigo al que le conoces lo bueno y lo malo. Así lo estimé y toleré. Vivimos muchas cosas como compañeros de banda. Cuando salí de Botellita al final de los 90, fue con el único del grupo con quien conservé una relación continua. Haríamos programas de radio y le produciría discos. Años después volveríamos a tocar juntos en una segunda etapa, hasta hace un año.

Siempre fue reservado con los desconocidos, pero muy cariñoso con los que lograban cruzar la barrera de una primera impresión. Ponía a prueba a la gente antes de abrirse. En lo sentimental, solía ir tras amores inalcanzables, como buscando inconscientemente el fracaso. Sin embargo, eso no le evitó brindar amor y cariño a muchas personas. Era complejo e intenso, por lo que también hizo grandes enemistades, a veces por pleitos estúpidos.

Hace un año él no pasaba por un buen momento, ni emocional, ni laboral, ni económico. Un cúmulo de miedos, complicaciones existenciales y de salud, se le fueron amontonando en la mente. Tenía terror de envejecer, era algo hipocondriaco y ya lidiaba con algunos achaques; las relaciones con personas importantes en su vida, pasaban por momentos de gran complejidad; Botellita de Jerez vivía en una crisis interna permanente y su continuidad pendía de un hilo; su situación económica se fue deteriorando como nunca ante gastos incontrolables; y su eterna incapacidad para establecer una relación amorosa comprometida, por más que lo deseara (o fingiera no desearla), le evidenciaba una aplastante soledad. Yo, aún conociendo estas situaciones, jamás preví su deseo de suicidarse. Ahora puedo desentrañar varias señales, ya tarde. Estuvieron ahí de muchas maneras que nadie supo interpretar.

Armando veía la realidad de una forma pesimista. Él compensaba esto con humor, a veces cáustico y sarcástico, a veces burlón e infantil. Podía provocar la risa en otros, mientras en su interior reinaba la fatalidad. Se reía de sí mismo. No tenía empacho en salir con las caras más ridículas en las fotos de la banda. Con ironía se reía del poder. Coqueteaba haciendo reír a las mujeres. ¿Cómo detectar así una depresión? A Paola le dijo en varias ocasiones que le encargaba los trámites de su velorio para cuando él falleciera. ¿Era una broma? ¿Era una petición real? En cierto momento, Armando dejó de sonreír y hacer gestos en las fotos de los últimos meses. ¿Cómo interpretar eso? Al final lo entendimos de la manera más cruda.

Entre sus conocidos tenía fama de sufrido y chillón (“Cucurrucucú”… no llores), por lo que muchas veces dejamos de tomarlo en serio. Tenía vocación de mártir. En lo personal, yo bromeaba con él cuando comenzaba a chantajear por algo. Era un chingaquedito conmigo y competíamos por ver quién desconcertaba al otro primero. Le tuve mucho cariño y sé que él también lo tuvo por mí. Esa forma de llevarnos no me ayudó a detectar  su intención. Armando sabía que tarde o temprano acabaría con su vida. Tal fue la frialdad y precisión con la que ejecutó cada paso que lo llevó a la muerte, que no me queda duda. Él solo necesitaba un disparador y éste llegó en la forma de una denuncia por pederastia en la cuenta @MeTooMusicosMx de Twitter.

Ese amigo de actitud machina al que conocí al final de los 80, con el tiempo fue cambiando, ya era otro. Como todos, fue un hombre resultado de su tiempo y cultura. Pero también tuvo la capacidad de transformarse. Quería un mundo justo y eso implicó, entre otras cosas, reconocer la lucha feminista, misma que lo confrontó ante su propio machismo. Sus ideas evolucionaban y siempre buscó ser muy congruente entre su forma de pensar y actuar. Fue sin duda, a partir del nacimiento de su hijo, que también hubo cambios sustanciales en su concepción de un mundo diferente.

En una plática que tuvimos muchos años antes, al final de los 80, me manifestó con lágrimas en los ojos, su gran deseo de ser padre. Él se sentía incapaz de establecer una relación estable. Con su argumento de no creer en el “amor romántico”, ingenuamente pensó que, aunque no tuviera una relación convencional con una pareja, podría tener un hijo. Nada lo preparó para las situaciones que provocaría llevar su idea a la práctica. La realidad le jugó sus cartas en contra.

Aún así, a partir de ese nacimiento, complicado como era y con sus contradicciones, Armando comenzó a ver las cosas con cierto optimismo, resultado del gran amor que profesaba a su hijo. Se vio motivado a componer y escribir para niños desde una perspectiva ecológica y social. Buscó un futuro mejor para las nuevas generaciones. Paralelamente le atrajo la fotografía, daba talleres literarios, viajó por el mundo trabajando para revistas o acompañando a su amiga Beatriz Rivas, con quien compartió la buena vida, tomaba buenos vinos y llegó a escribir con ella libros a dos plumas y otros experimentos literarios. Se relacionó con diversos círculos ligados a la filantropía, las causas sociales, al periodismo, al arte culinario, a la literatura, al cine y a la música.

¿Cuál habrá sido su sorpresa cuando vio en las redes aquella acusación en su contra? “Estoy muy sacado de onda”, nos comento ese domingo en el chat de Botellita. Quisimos calmarlo hasta que dejó de chatearnos por la tarde. Nos eludió y buscó a otros, pero no dejó entrever a nadie su intención. Solo le envió a Paola el último mensaje de todos, ya por la madrugada del 1 de abril. “Te voy a pedir la terrible tarea de encargarte de mi velorio”.

En la carta de despedida que dio a conocer públicamente, minutos antes de salir de su casa rumbo al sitio donde se colgaría, fue claro al deslindar al movimiento @MeToo de su decisión. En pláticas previas que tuve con él al respecto, conversamos sobre el tema de @MeToo. Las redes sociales en internet permitieron por primera vez, que una mujer víctima de abuso por parte de un hombre, se sintiera respaldada por otras mujeres que intermediaban y así, en un ejercicio de empoderamiento, ésta se sintiera libre para denunciar a su victimario. La consecuencia para el acusado en cuestión se traducía en un juicio moral, más que legal, que en alguna medida resarcía el daño. Sin embargo, me parece que @MeTooMusicosMx tuvo un proceder particularmente distinto al de otras cuentas de @MeToo. El anonimato de la víctima, necesario y comprensible en estos casos, no solo fue de la denunciante, sino también de quienes administraban la cuenta. En términos generales, se desconoció a qué intereses respondían realmente. Sin seguir algún protocolo que contemplara entre otras cosas, la presunción de inocencia de Armando, su ataque fue orquestado, tajante y virulento. Un espacio que tendría que haber funcionado como el apoyo para una posible víctima se convirtió en realidad, en un irresponsable foro para atacar impunemente a una persona y amplificar el caos. La marca moral sobre Armando fue indeleble, más allá de ser cierto o no su supuesto proceder. “El artista que toca y escribe para niños, además es pederasta”.

Pocos repararon en que Armando simpatizaba con el feminismo. Basta echarse un clavado en sus redes para constatarlo. Aparentemente el “fuego amigo” le asestaba un golpe demoledor. Durante los días posteriores a su muerte, internautas en la búsqueda de un responsable, mencionaron nombres de personas supuestamente ligadas al ataque, algunas de ellas relacionadas a cierta etapa de la revista La Mosca. Sin embargo, no pasaron de ser acusaciones sin pruebas. Al otro lado del espectro estaban los absurdos grupos disque revanchistas. Estoy seguro que a Armando, nada le hubiera causado más desconcierto que ver cuentas como @MeTooHombres, que estúpidamente intentaban “reivindicarlo”. Los mismos que, cuando Botellita de Jerez reiteró lo escrito por Armando en su carta pública, nos acusaron de tibios y cobardes.

Tuve entonces una teoría: Como parte de un ambiente intencionalmente polarizado, intereses mezquinos, intervinieron para alterar la conversación orgánica de las redes en torno al feminismo. Con los datos que conocemos ahora, esta idea que sonaba entonces descabellada, ya no lo es. En el contexto descrito, apareció una cuenta de twitter con una posición notoriamente violenta. Tal fue mi interés por saber qué había tras el manejo poco claro de @MeTooMusicosMx, que busqué la forma de conocer más, de saber como se dio la actividad en las redes en torno al suicidio de Armando. Además, busqué que fuera con un enfoque científico. Menuda empresa de investigación intenté buscando a expertos en la materia, pero al final, cuando no pude costear su trabajo, me detuve. No sé que hubiera encontrado de haber avanzado por esa linea, pero posiblemente los resultados no solo hubieran satisfecho mis dudas, o no, muy probablemente hubieran acentuado también el ambiente general de odio y división. Yo no quise eso. Acepté que a mi amigo ya nadie lo regresaría a la vida y que habrán secretos que solo podré intuir, más nunca saber.

Hace un año, el golpe de odio pegó en alguien debilitado y fue donde más daño pudo haber ocasionado. Para Armando, que en todo momento alegó inocencia, le fue imposible ya reírse de sí mismo. No hubo humor cáustico que funcionara para compensar el terror que enfrentaba y entonces tomó sentido aquella vieja idea del pasado, mitad alarde, mitad en serio: “moriré a los sesenta y algo”.

Su fallecimiento fue noticia mundial. Un torbellino de opiniones, chismes, dimes y diretes en donde la falta de empatía, la ignorancia y mala leche, tuvo como contrapeso multitudinarias muestras de cariño hacia mi amigo. El principal afectado de su decisión fue sin duda, su hijo, que por lo pronto perdió a su padre. Los acertijos que el chico tendrá que resolver en el futuro se vislumbran complejos. Fuerte y difícil tarea para su madre también, ahora que el pequeño debe estar rayando su primera década.

Como saben, hace un año Botellita de Jerez se disolvió de manera inmediata, tanto como la muerte misma de Armando. ¿Cómo seguir con un equilibrio tan frágil como el que teníamos antes de todo esto? En lo personal, hubiera deseado cerrar la historia del grupo con un gran concierto de despedida, a lo grande, con invitados y claro, recordando a Armando. Pero los miembros de la banda hemos procesado su muerte de diferentes formas y no logramos ponernos de acuerdo. Nuestros desencuentros han hecho difícil que este cierre pueda ser como lo planteo arriba. Mañana 2 de abril, se estrenará en redes un acústico grabado por Santiago, Paco “El Mastuerzo” y yo, que hicimos para Fonarte Latino (distribuidora de nuestro último disco). Tres temas sin previo ensayo e improvisando. Salió bien, pero me temo que no llegaremos más lejos que eso.

Tras el velorio, me alejé de tanto ruido. Por eso no he dado declaraciones a los medios. Hice un artículo para la revista Contratiempo de Chicago y nada más. Es hasta ahora, que realmente les cuento cómo lo he vivido. Opté por llevar mi duelo y tristeza de forma íntima. Creer en la inocencia de Armando no ha dejado de ser, en alguna medida, un acto de fe, algo extraño para un escéptico como yo. La fe no solo es ciega (como dice el cliché), implica una alta dosis de esperanza por parte de quién la profesa. Yo prefiero tener confianza, ya que ésta se construye con hechos concretos y, por los hechos que llegué a conocer a lo largo de los años, deduzco su inocencia. Pero también reconozco que hay una pizca de fe en esta conclusión, de creer sin contar con todos los elementos irrefutables, de tener la esperanza de intuir bien. Era inocente.

Lo que sí es claro, es que Armando ya no está físicamente con nosotros como resultado de su propia decisión. No pretendo que lo emulen. Amo la vida como el superviviente de cáncer que soy. Nunca estaré de acuerdo con lo que hizo, fue el acto más egoísta e irreversible que pueda existir. Pero aún así, aunque sea con mucha tristeza, acepto y respeto lo que él mismo definió como un acto consciente, voluntario, libre y personal. Finalmente es lo que hace un amigo.

México a 1 de abril del 2020.

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Botellita de Jerez en la carcel

noviembre 16, 2011 at 1:38 pm (Cronicas, Musica) (, )

Encontré este texto, el cual ahora les comparto y que narra la ocasión en que siendo yo parte de Botellita de Jerez, fuimos a tocar a la prisión de alta seguridad de Almoloya de Juarez, misma que tenía poco tiempo de haber sido abierta. Espero lo disfruten.

Era 24 de noviembre de 1993. Para entonces, no imaginábamos las sacudidas que el país viviría algunos días después, a partir del alzamiento zapatista y los asesinatos políticos.
Ese día los Botellos vivimos una experiencia poco común. Fue la primera ocasión en que tocamos en el auditorio Julio Castillo, de la prisión de alta seguridad de Almoloya de Juárez, en dos conciertos para grupos de cincuenta presos cada uno, en los que también asistieron algunos custodios y personal de la prisión.
Juan Pablo de Tavira, criminólogo que algunos años después fuera trágicamente baleado en el comedor de la Universidad Autónoma de Hidalgo en Pachuca, no sin antes haber sobrevivido a un intento de envenenamiento con gas butano en su propia casa, fue quien diseñó meticulosamente esta prisión. En esos días, él fungía como director de tan peculiar cárcel. Era el segundo aniversario de la fundación de este centro penitenciario y tocamos como parte del programa de rehabilitación de presos, los cuales eran involucrados en actividades artísticas, «…para hacerles la vida un poco mas llevadera y darle un peso menos duro y represivo al sistema penitenciario…» según nos decía un trabajador social que ahí laboraba.
Así fue, como ante lo mas selecto de la delincuencia de este país, nos presentamos frente a, quizás, el más enigmático de los públicos que hayamos tenido nunca. Durante cinco horas aproximadamente, vivimos como invitados especiales, en la claustrofobia de una prisión comparable a mis recuerdos mas obscuros de películas como El Silencio de los Inocentes —cuando la agente Clarice Sterling visita por primera vez a Hannibal— o Termitator II —cuando rescatan a Sarah Connor, madre del futuro líder de los humanos, de la prisión psiquiátrica con todo y guardias encabinados, que controlan todo movimiento en monitores de televisión—.
Nos recogieron temprano en un transporte destinado al personal de la prisión y nos dirigimos primero hacia Toluca, la cual atravesaríamos para tomar posteriormente la carretera hacia Atlacomulco. Algunos minutos después, nos desviamos del camino para finalmente llegar al centro de readapatación social, no sin antes pasar un par de retenes en los cuales, guardias fuertemente armados, inspeccionaron el vehículo y nos vieron con sospecha.
Llegamos a una recepción y después de pasar una estricta revisión y cumpliendo todos los requisitos que nos pidieron previamente, como el de no ir vestido de caqui o azul, ni usar pulseras o cinturones, nos llevaron por una serie de trayectos internos en donde están controlados los accesos y las salidas de cada pasillo. Terminas por perder el sentido de orientación, ya que la cárcel está planeada para no tener ángulos rectos en sus recorridos, lo que hace que uno no sepa si esta dirigido al norte, o al sur, o a donde sea. El tiempo se hace más lento y las rejas se convierten en una constante visual familiar. Si lograbas ver espacios abiertos, estos estaban subdivididos por rejas electrificadas y nos informaron que pisábamos varios metros de concreto al ras del suelo, para de esta forma evitar túneles.
Después de un recorrido laberíntico, nos instalamos en el foro y realizamos una pequeña prueba de sonido. Esperamos con nerviosismo al primer grupo de reos.
En esta prisión hay varias prisiones en una, es decir, está dividida en varios módulos donde se agrupan los delincuentes según su perfil y los cuales no tienen interacción con los otros módulos. Nosotros tocaríamos solo para dos de estos grupos.
Al llegar los primeros presos a las butacas, los notamos un poco idos. Nos explicaron que los dopaban para controlar su agresividad. Los sentaron con un lugar vacío entre cada uno de ellos y hablaban burlonamente entre sí. Era difícil no pensar que nosotros éramos la causa de esas risas.
En el primero de los dos conciertos fue difícil romper el hielo, pero gracias a la capacidad alburera de mis compañeros Armando Vega-Gil y Paco Barrios El Mastuerzo, se logró la interacción deseada, aunque cauta por nuestra parte. Santiago Ojeda y yo, optamos por dedicarnos solamente a tocar, como era nuestra costumbre. Confieso que me hubiese resultado imposible lograr un diálogo en estas circunstancias, por lo que las habilidades de mis amigos me ayudaron a sentirme tranquilo y manejar la situación.
Mis compañeros fueron rebautizados por los presos, con apodos como Copete de Hueso, ya que Paco estrenaba su corte de pelo al estilo Miguel Hidalgo y Pata´e Gis, apodo que hacía referencia a la pierna enyesada de Armando. Vega-Gil, que por poco muere unos días antes en La Marquesa, víctima de un amor no correspondido, causa por la que se le nubló la vista y provocó su caída de una pared de piedra por la que muy enamorado y descuidado escalaba. La pata rota fue un mal menor si concientizamos que terminó a un metro del suelo y nosotros, a un instante de quedarnos sin bajista.
Con los reos, comenzó el intercambio de sobrenombres y así, nos fuimos enterando que uno se hacía llamar Robocop y otro La Bestia. No recuerdo bien quién de los dos era uno de los famosos narcosatánicos. Se decía que descuartizaban niños en sus ritos.
En esta “llevada” interacción entre presos y botellos, un reo que se decía compositor, nos quiso hacer llegar una de sus letras que inmediatamente fue interceptada por un custodio. El contacto físico con nosotros era totalmente prohibido y evitado. La confianza es un bien bastante escaso en ese lugar.
También apareció un típico rockero de la vieja guardia que pedía a gritos Polvo en el Viento, Escaleras al Cielo, Hotel California o alguna Jimmy Hendrix, mientras su compañero a un lado, políticamente correcto, lo reprendía diciéndole que era mejor escuchar nuestro mexicanísimo material.
La tensión finalmente fue desapareciendo y pudimos terminar satisfechos la primera de nuestras presentaciones.

Se van a la chingada
Chingados chingadores
Chingón de los chingones
Chingando soy cabrón
¡Ah! que la chingada
Me chingo al que me chinga
Que chinga a chingadazos
¡Soy el gran chingón!
¡Ah! chinga chinga, chinga chinga
¡Ah! chinga chinga

Fragmento de la canción «El laberinto de la soledad capítulo IV»
de Francisco Barrios
del disco «Forjando Patria/1994» de Botellita de Jerez

Apenas tuvimos un poco de tiempo para descansar y estar listos para el segundo concierto con los presos del módulo 8, mejor conocido como el módulo de Los Olvidados. Con ellos, llegamos a lograr momentos divertidos y emotivos. El nombre de este módulo, corresponde a que los presos que lo conforman, hicieron delitos tan terribles que ni amigos (!), ni familiares los visitan jamas. En este módulo, todos purgan tantos años de condena, que prácticamente son cadenas perpetuas.
Con nuestra recién estrenada canción La Valona de la Conquista, los hicimos saludar a la bandera entre las miradas preocupadas de los custodios. Cuando acabamos, no faltaron las felicitaciones navideñas anticipadas para mi y mis compañeros.
Botellita de Jerez entretuvo así a un público poco común, tratando difícilmente de no juzgar a nadie en ese momento. Habíamos logrado interactuar con un público del que vibrábamos los extremos más obscuros de la conducta humana.
Luego, nos llevaron a un comedor vacío en donde nos dieron de cenar alimentos sin sal, ya que de esta forma controlan el lívido de los reclusos. Y después de pasar por las mismas revisiones a la salida del penal que cuando ingresamos, regresamos a la Ciudad de México en una noche muy fría. Sus luces desde el cerro de las cruces me parecieron distintas después de nuestro pequeño encierro. El chofer que nos llevaba, nos contó como apaciguaban a los presos con manguerazos de agua fría, aplicados directamente en sus celdas individuales y videograbadas las 24 horas del día. Nos contó de personajes como Caro Quintero y otras ¨distinguidas¨ personalidades recluidas en módulos que ya no conocimos.
En esta aventura nos acompañaron nuestros técnicos, entre ellos el inseparable Apache quién algunos años después, viviría su propia pesadilla en una cárcel californiana. También iba nuestro representante Roberto Martínez y Antonio Cruz de Blas, periodista que hicimos pasar como parte de nuestros técnicos. Este, escribió por esos días, su versión de esta visita en el periódico Uno más Uno.
Tiempo después, en 95, volvimos a ese pequeño foro. Supimos que no todos habían pasado por ahí con la misma suerte de nosotros cuando fuimos la primera vez. Nos dijeron que Yuri, en un numerito de corte evangelizador, fue rechazada por tan selecta audiencia y la trataron realmente mal. En ese regreso, nos acompañaron Fratta, que en esos días era nuestro ingeniero de audio y, queriendo repetir el esquema del periodista incógnito, llevamos a Oscar Sarquiz. Lo cierto es que, en esa segunda ocasión ya no se repitió la misma intensidad de la primera vez. El aire se respiraba distinto. Eran tiempos Zedillistas y de Lozano Gracia como procurador de la república. Ya estaban encerrados ahí, Mario Aburto y Raúl Salinas. Se notaba cierto relajamiento en la seguridad sin dejar de ser estricta. Después de un tiempo dejo de llamársele Almoloya para convertirse en la prisión de alta seguridad de «La Palma».

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Galería pop

noviembre 14, 2011 at 9:23 pm (Musica) (, , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , )

Imagenes pop de músicos mexicanos rockeros, jazzistas y poperos.
Creadas por el Sr. González como homenaje a los «cuates de la chamba», a partir de fotos tomadas durante el 2011 y el 2012 en conciertos, tras escenario, pruebas de sonido, camerinos, ensayos y after shows.

Para leer el nombre del personaje, basta con poner el cursor en la imagen y haz click si deseas ampliarla.



































































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